Repetición y conocimiento

Si la idea del laberinto, ese itinerario físico y mental ordenado según una cifra oscura y matemática, ocupó la expresividad plástica de la pintura de Gilbert Herreyns en la segunda mitad de los años sesenta y los primeros setenta, y le aproximó a las investigaciones de Vasarely y Riley -ocupados por los efectos ópticos y la interacción del color, la luz y la forma-, otro laberinto menos lógico y más gestual viene ocupándole, persuasiva e insistentemente, desde el último decenio.

Un laberinto que no es ya el recorrido por una superficie geográfica, sino que es un internarse por una selva profunda, un penetrar y adentrarse en un espacio sin confín, sin limite y sin fondo. Un espacio profundo al que se accede a través de un orden serial: cruzando una maraña repetitivamente expresiva que retiene a la retina, ocupa a la mente y mantiene la tensión entre lo que se piensa y lo que se ve.

Es a través de esa repetición, automática, lógica y gestual, que se accede a esa otra dimensión puramente abstracta, infinita y transparente -que se abre, que se da y se mantiene- una vez atravesada la retícula que, como una celosía, se interpone entre nuestra mirada y la visión de un espacio ilimitado y cambiante y permanente.

Un espacio, el del otro lado, donde parecen ordenarse y desvanecerse formas sin cuerpo, presencias alterables y ausencias permanentes: débiles reflejos de lo que acontece si osamos atravesar la apretada y, sin embargo, ligera veladura que parece separarnos de todo, que parece queremos retener en su orden próximo e inteligible y, a la vez, insinuamos lo que permanece más allá como caos de forma y de sentido.

Y, allí, es el caos y el orden negándose y afirmándose. Es la diversidad encubriendo la unidad. Es el entendimiento envolviendo, en un orden aparente, lo que es puro fluir, lo que es constante alteración: abstracta expresión de lo que por su sola presencia se resiste al nombramiento y que sin embargo se muestra y se da únicamente a través de ese orden matemático y gestual que encubre, y da a ver, lo que sólo a través de ese orden puede verse.

Es conocimiento del cambio a través de la permanencia, de todo a través de algo, del caos a través del orden, de la nada a través de los intersticios de las cosas. Constatación de la aporía y elogio de la paradoja. El laberinto del saber que lleva al centro de la nada.

Antoni Marí
Escritor y crítico de arte
Catálogo Gilbert Herreyns. Ibiza 1987-1989