Opera única al Florian

Gilbert,

René Magritte escribe que “la concepción de un cuadro es la idea de una cosa o de más de una, que pueden volverse visibles a través de mi pintura”. Y también que “el concepto de un cuadro, es decir, la idea, no es visible en el mismo cuadro: una idea no puede verse con los ojos”. Lo que está representado en el cuadro, en buena parte, es “el elemento o los elementos que constituyen la idea”.

La relación con Magritte, artista seguramente más próximo a la metafísica de De Chirico que a las corrientes abstracto-geométricas que parecen acercarse más a tu recorrido, no debe parecerte impensable. Es una relación unida a la pregunta que se hace el espectador maravillado, incluso desarmado, delante de la formación de algo nuevo, de una obra de arte que tiene el poder de sorprenderlo. Es la relación entre el elemento desencadenante, el alma de la obra, y su representación.

Has aceptado la invitación de pasar algunas semanas en Venecia y realizar en este período de tiempo un cuadro que de alguna manera fuese la síntesis artística de esta experiencia, de este momento de encuentro entre tú, hombre del Norte de Europa que desde hace tiempo se ha vuelto hombre mediterráneo, y una ciudad de agua que ha dirigido su mirada hacia el Oriente. Invirtiendo los papeles -desde un punto de vista que privilegia la idea del mecenas- y desde nuestra mirada, la experiencia ha dado como fruto un trabajo que parece que encierre en sí mismo cada trazo de miles de conversaciones, de miles de hipótesis de imágenes, de miles de sensaciones.

Sin embargo, mirándolo bien, es un cuadro que parece hecho sólo de luz y de color, de líneas y manchas, que aparentemente no representa nada y que puede que nada quiera representar. Maravilloso por sí mismo, y no por lo que creemos ver en él.

Hemos conocido los sabios actos de elaboración que han conducido a este resultado, hemos visto la tela, la arena y los colores dejar su ser para volverse obra de arte.
Lo que un día nos parecía un posible resultado conseguido, al día siguiente era la base para una nueva intervención, para una nueva trama de color que bajaba por los bordes de la tela. En el transcurso de las semanas, continuábamos buscando Venecia: tú
representabas tu idea. Pero cuidado, nosotros también sabíamos que en las líneas, en las geometrías que se formaban sobre la tela, en los grumos de color, nunca encontraríamos la imagen de algo conocido.

Los porqués de una invitación valen menos que una servilleta donde el artista dibuja un croquis que acabara en uno de sus bolsillos. Nuestra certeza era otra: ser conscientes que el “demiurgo”, el artista, había puesto en movimiento tu mano, el gesto del pincel que libera el color que encuentra paz o tormento sobre la tela.

Sabíamos solamente que el aire, el agua, el tiempo, la luz de una ciudad de agua, habían abierto brecha. Tú guiabas la obra.

Daniela -Roberto – Stefano
Catálogo GILBERT HERREYNS
Opera Única al  Florian
Venecia 2007