La exposición de Gilbert Herreyns en el MACE representa sin duda un paso nuevo dado en su camino por este artista belga (Bruselas, 1943) afincado en Ibiza desde 1973.
Siempre se ha encontrado en su obra la tendencia a sistematizar y ordenar bajo criterios de ritmo, la materia, la forma, el color o la textura.
La querencia, al venir de lejos, es ya seña de identidad del autor desde sus obras más antiguas, las de 1966.
En los setenta, extrema hasta el total rigor geométrico el principio pictórico, que deambula siempre cómodo y convencido por la abstracción, entrando de lleno en los efectos óptico-cinéticos, y relajándose a partir de entonces en el temblor de la pincelada hecha a pulso.
En el largo y prolífico período de los ochenta y noventa, la pintura de Gilbert Herreyns busca una vibración muy retiniana a través de grandes superficies cromáticas, tejidas siempre con una trama y una urdimbre epidérmicas, como si los planos de fondo tendieran a solaparse en superficie. En este sentido su pintura rememora aspectos conceptuales utilizados por los puntillistas franceses, salvando siempre la distancia, pues se diría que la pretensión de Herreyns consiste en delegar en el ojo solo ciertas cualidades de la visión. También hay una comunión espiritual y formal con maestros de las vanguardias de la segunda mitad del S.XX (Yves Michaud en su catálogo La mirada cap a l’alt, Sa Nostra, 1996, cita con acierto a Sam Francis y a Rothko) amantes de los campos cromáticos y de los factores contemplativos, entendidos éstos como trasunto de la emoción ante la experiencia de la belleza.
En toda esa larga trayectoria, etapa tras etapa, la pintura de Herreyns formalmente ha sido concebida como partes de un todo o como fragmentos de un concepto asimilado al infinito.
Herreyns, al aceptar la invitación del MACE a realizar una exposición que mantuviera un decidido diálogo con el lugar, concretamente el de la Sala de Armas, ha asumido un riesgo importante, porque si bien es cierto que existe el antecedente del Café Florian (Ópera única al Florian, Venecia, 9 de marzo-9 de abril de 2007) en el que el cuadro forma parte de los paneles decorativos del café sin retar el marco ofrecido, en este caso se ha visto obligado a trabajar fuera del plano, lo que le ha llevado forzosamente a considerar el espacio en todas sus dimensiones, condicionante perfecto éste, para poder expresar las consecuencias de su decidido acercamiento al ambiente y al paisaje; concretamente al bosque que respira y habita en sus largos retiros estivales en Formentera.
Es de suponer que la sintonía del autor con ese entorno ha ido siendo con los años más y más profunda y más y más identificativa, de suerte que el factor contemplativo que sin duda subyace en su interior ha pasado a generar una acción, realizada con la ayuda de los elementos a su alcance, aquellos que han sido precisamente los objetos primarios de su meditación ensimismada. A estos efectos las palabras de Antoni Marí en este mismo catálogo cobran hondo sentido (acertadísima la alusión reiterada a la mano).
En Herreyns no es nuevo el trabajo con la pinocha, hemos visto cómo la tiñe y la teje desde 2006, cómo crea entramados con las hojas delgadas y largas de los pinos, que a veces parecieran sustituir las pinceladas direccionales de sus cuadros. Ha sido en fecha más reciente, tal vez en 2013, cuando ese material ha ido teniéndose en cuenta en versión original; tomando volumen y acumulándose en pequeños montones, lo que supone una clara incursión en el mundo de la escultura.
En esa línea, el trabajo con las ramas es un paso más allá, al considerar las posibilidades de su naturaleza, tales como la flexibilidad o la adaptabilidad y ligereza. Se diría que Herreyns ha ido acariciando el bosque y encontrando en que detenerse…para construir otro bosque: el suyo propio.
Al enfrentarse al concepto de este proyecto, Herreyns ha considerado un a priori: reunir las partes en un todo integrado para unificar el caudal semántico. Para eso ha tenido que proceder sobre el principio de fragmentación considerándolo muy en serio, para refundirlo y construir una experiencia sensible total que interactúe con el espectador.
Mientras ha estado buscando la materia prima, Gilbert Herreyns ha estado al aíre libre, impregnándose de esa síntesis de salitre, sol, viento, enramados, resina, luz y azules; nutrientes básicos e inmanentes de su paisaje circundante.
Y además también la tierra, la tierra de la que surgen los árboles, la tierra, sobre la que reposa el mantillo vegetal del bosque de pinos y sabinas, lentiscos, jaras y romero, que se fecunda con la llegada de las lluvias y la humedad de los vapores marinos, que recibe la acción del viento infatigable, el mismo que a su vez hace caer la hoja vieja para dejar sitio a la nueva.
Todo un proceso conceptual en línea de importancia con el de manufactura o realización. Una verdadera experiencia vital.
Herreyns se sustenta sobre la tierra y mira el árbol y la rama y al igual que Apolo con Marsias, pela a tiras la corteza del cuerpo, que es en su caso la sabina, dejando la pulida superficie a la luz, una superficie que es un compendio de lisura y sedoso tacto. Como en el sacrificio mítico la rama es el cuerpo que se retuerce bajo las manos del hacedor (el dios en un caso, el artista en el otro) y solo en este pasaje late una similitud poética que traslada el trabajo de Herreyns a un escenario cultural, mediterráneo, de confluencias de caminos y rutas, en donde los vasos comunicantes entre las historias de los diferentes territorios tejen una unidad latente que se manifiesta en la diversidad.
Apolo dios y al mismo tiempo hombre, creador e inventor, constructor y juez supremo, se toma la libertad de castigar al sátiro, lo mismo que el artista se toma la libertad de construir con sus manos las ocurrencias de su genio.
Me gusta saber que al final, de Marsias surgió el más limpio río de Frigia, entre otras cosas y principalmente porque la figura del río que fluye, siempre ha sido una de la más bellas representaciones de la vida y por tanto de las posibilidades abiertas.
Y eso: las posibilidades abiertas es lo que de la exposición de Herreyns se lleva uno en la mirada, y quien dice mirada dice cuerpo y alma.
Elena Ruíz Sastre
Directora del MACE
9 de marzo de 2015